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¿Entrando en la "década perdida" de Cantabria?

José Joaquín Martínez Sieso, diputado por Cantabria en el Congreso de los Diputados

 

Cuando el Presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, acudió recientemente a la Conferencia de Presidentes convocada por Rodríguez Zapatero, estoy seguro de que para ninguno de los reunidos pasó desapercibido, en su análisis de la situación, el doble rasgo que ofrecía nuestro jefe de Gobierno: primero, que de los allí sentados era el que menos respaldo electoral tiene (su lista recibió un 28% del voto ciudadano); y segundo, que aunque lidera un partido regionalista, es más prosocialista que los propios presidentes autonómicos socialistas. El PSOE ha de reflexionar sobre cómo es posible otorgar un papel tan ostentoso -y bien que lo sufen ellos mismos luego en las urnas- a una persona que lleva treinta años presentándose a elecciones en Cantabria y jamás ha ganado ninguna.

Pero quizá más grave es que lleva seis años de Presidente y no ha ejercido nunca el cargo, excepto en sus aspectos decorativos, festivos y representativos. Porque, a la hora de decidir entre dos tesis alternativas, a saber, si la proyección medática del Presidente es un instrumento al servicio de Cantabria, o si la Presidencia de Cantabria es un instrumento al servicio de la proyección mediática de una persona, es decir, si prima el interés público o el interés personal, creo que somos legión los que no albergamos ni la más mínima duda: desde 2003, toda una región está sujeta a la vanidad de un político y a la avidez de muchos que le rodean. Mientras la economía crecía a tasas elevadas, parecía una componenda soportable. Ahora que pintan bastos y hay que demostrar coraje político y capacidad de gobierno, Cantabria se da cuenta de que con Revilla y el PSOE no va a ninguna parte.

¿A dónde va a ir, con un Presidente que apoyó en su día suprimir el Impuesto de Sucesiones y que ahora lo resucita para achicharrar a la clase media, que es la única que paga este tributo? ¿Cómo puede retroceder en ese paso, que nos igualó en 2002 a País Vasco y Navarra, cuando ahora otras comunidades, incluso Cataluña, piensan en suprimir el impuesto? Fuimos los primeros en suprimir esa injusticia, y ahora el Gobierno corre de espaldas para volver donde nadie quiere estar.

¿Por qué la nonata Autopista Dos Mares Campoo-Miranda era maravillosa para "evitar el paso por el País Vasco" y ahora es maravilloso el tren Valencia-Bilbao con ramal secundario a Santander presentado por el Ministerio de Fomento socialista? ¿Ahora no hay que "evitar el paso por el País Vasco" en la conexión Santander-Mediterráneo? Y no hablemos de los retrasos abusivos o discriminaciones inaceptables en proyectos estatales como la Alta Velocidad, las Autopistas del Mar y el Puerto de Santander; la Autopista Dos Mares; Aguilar-Burgos que no estará concluida antes de 2015; Solares-Torrelavega que no se termina nunca; la financiación de Valdecilla; las obras de las estaciones de RENFE y FEVE en Torrelavega o la reunificación de las estaciones en Santander...

Naturalmente, tenemos 41.000 parados pero de lo que habla el Presidente es de la alineación del Racing -del cual, por cierto, sólo se ha hecho socio hace un mes-. La licitación oficial en la construcción, a pesar del Plan E, no nos ayuda a remontar el vuelo, porque la inversión del ministro Blanco, el amigo de Revilla, en Cantabria se ha hundido cerca de un 80% en los tres primeros trimestres: el mercado de obra de Fomento en nuestra región se ha reducido en 15.000 millones de las antiguas pesetas; eso es mucho trabajo, muchos empleos y muchos resultados empresariales. Esa es la ruina que traen Revilla y sus amigos para esta tierra. (regionalistas incrédulos: acudan a www.icane.es y vean la estadística oficial de licitación del Grupo Fomento a fecha 30 de noviembre de 2009).

¿Por qué se hunde la inversión del PSOE en infraestructuras cántabras mientras en otras regiones crece? Por lo que he mencionado antes: porque es nuestra región la que está sometida al servicio de determinadas ambiciones personales, y no las ambiciones personales al servicio del interés general de la región. Esto es así y no tiene vuelta de hoja. Los ciudadanos han de tomar nota de cara a las elecciones de 2011.

Para financiar los despilfarros del Gobierno regional y cubrir malamente el agujero que el Gobierno del PSOE nacional deja con su retirada de inversión en Cantabria, el señor Revilla nos mete en una espectacular espiral de deuda. No sólo debemos ya 573 millones de euros (cada cántabro, incluidos los bebés, debe ya, 'gracias' a Revilla, 1.000 euros a los bancos), sino que el demencial presupuesto para 2010 autoriza a endeudarse en otros 430 millones de euros, y a las decenas de empresas públicas del Gobierno de Cantabria a hacer lo propio en 400 millones.

A finales del año próximo, ese cántabro medio deberá ya a los bancos no mil, sino 2.500 euros. Porque la deuda de Cantabria estará ya al borde de los 250.000 millones de las antiguas pesetas.

¿Para hacer qué? ¿Mejora nuestra sanidad? ¿Nuestra educación? ¿Se han hecho polígonos industriales? ¿Viviendas sociales que resuelvan el problema? ¿Están atendidas todas las personas dependientes? ¿Somos punteros en tecnología? Cualquiera que vea los presupuestos de Revilla de 2007 y de 2009 se da cuenta inmediatamente de un dato escalofriante: la deuda ha subido 200 millones de euros y los gastos corrientes 250 millones. Pedimos al banco no para invertir, sino para pagar los sueldos de una burocracia descontrolada. Somos como una familia que pide préstamos para comer langosta y vestir de Prada, no para invertir en la vivienda o en los estudios de los hijos.

Bajo Revilla y los socialistas, Cantabria es un hogar pésimamente administrado. Cuando todo iba para arriba, esto se disimulaba en medio de la afluencia general de recursos. Ahora que hay que tomar decisiones responsables, la persistencia en el abuso y el desgobierno se convierte en un peligro tremendo para toda la comunidad. Podríamos estar entrando en 'la década perdida' de Cantabria.

Nuestra sociedad tiene que reaccionar. La democracia es el derecho a elegir un mal gobierno, pero no a que el error salga gratis. Por eso es también el derecho a rectificar. No estamos obligados a soportar eternamente un pésimo gobierno o una pésima economía. Trabajemos por el cambio positivo, si queremos que llegue.

 

Artículo de opinión publicado en El Diario Montañés

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