Cantabria: resignación o ilusión
Tribuna de opinión de María José Sáenz de Buruaga, presidenta del Partido Popular de Cantabria, publicada en el Diario Montañés el domingo 24 de diciembre
Tribuna de opinión de María José Sáenz de Buruaga, presidenta del Partido Popular de Cantabria, publicada en el Diario Montañés el domingo 24 de diciembre
Cantabria respira últimamente un cierto aire de decadencia. Nada invita a la ilusión. Nada invita al optimismo. La recuperación económica, que en otras zonas de España avanza con fuerza y se proyecta en la creación de empleo, en Cantabria se comporta de manera tímida, perezosa e insegura. El pesimismo se ha instalado en la sociedad. Los indicadores, todos, se comportan de manera negativa, porque todos son peores en Cantabria que en el resto del país. Cuando la economía crece en España un 3,2%, en Cantabria lo hace sólo un 2,3%. Cuando en el conjunto del país se crean 521.000 empleos, en Cantabria se destruyen 3.400 (Última EPA). En todo estamos a la cola. El proceso de superación de la crisis no acaba de llegar a Cantabria y nadie acierta a entrever la salida de este bosque. Cada día, la región pierde peso en la economía nacional, con cada balance, con cada indicador. Y muchos cántabros se preguntan: ¿Dónde está el Gobierno? ¿Dónde está el presidente? ¿Hay alguien gobernando en Cantabria? ¿Hay alguien a quien le preocupe el futuro de esta tierra?
Quien tendría que impulsar los proyectos de futuro, nunca está. Quien tendría que generar ilusión, no lo hace. El presidente que tenemos ni gestiona, ni le presta a Cantabria la atención que merece. Nunca le he reprochado que vaya a los platós de televisión. Lo que le reprocho es que solo se dedique a eso.
En el debate sobre el nuevo modelo de financiación de las comunidades autónomas lo hemos podido comprobar. Gracias a la negociación de las transferencias que en materia de Educación y Sanidad hizo el Gobierno de Martínez Sieso, Cantabria es la región que recibe más financiación por habitante. Sin embargo, las comunidades autónomas menos favorecidas, en particular las del arco mediterráneo, vienen demandando desde hace algún tiempo una revisión del modelo. Y Cantabria se la juega. He ofrecido al presidente un acuerdo para fijar una postura común que, a continuación, permita defender en Madrid no solo la posición de un gobierno, sino la de toda una región; un acuerdo que incluya a todas las fuerzas políticas y a los agentes económicos y sociales. Todavía no hemos recibido respuesta. No sabemos qué otros asuntos hay más importantes que este. No sabemos a qué dedica su tiempo el presidente. Lo que sí sabemos es que ya está buscando a quien atribuirle la culpa del fracaso de la futura negociación... que todavía no ha comenzado. Para eso siempre está preparado nuestro presidente regional: para culpar a otros de sus fracasos, ya sea Mariano Rajoy, como presidente del Gobierno de la Nación, ya sea Pablo Zuloaga, como líder del partido con quien gobierna. Siempre hay alguien a quien culpar. Él jamás tiene ninguna culpa.
La financiación de la región es determinante para diseñar un proyecto de futuro para esta tierra, porque de ella va a depender la calidad de nuestros sistemas educativo y sanitario. Algunos creemos en la Sanidad como factor esencial en la calidad de vida de nuestros vecinos y, por eso, en la legislatura 2011-2015, pese a la dificilísima situación económica que heredamos, fuimos capaces de concluir las obras del Hospital Valdecilla. Ahí está, funcionando.
Como la Sanidad, la Educación es otro de los indicadores que mejor mide la calidad de vida de una sociedad. Pero, además, nuestro modelo educativo es determinante si queremos hacer de Cantabria una región más competitiva económicamente y, por lo tanto, con más bienestar. El ejecutivo PRC-PSOE ha arrinconado dos de los proyectos más ambiciosos del anterior gobierno del PP, como son la enseñanza bilingüe desde las primeras etapas educativas y el modelo de FP Dual para mejorar la capacitación y cualificación de nuestros jóvenes.
El futuro de Cantabria pasa por el diálogo: por definir un nuevo modelo de desarrollo regional basado en el acuerdo y compartido por la mayoría. Un consenso con todas las fuerzas políticas para hacer valer nuestra situación en el nuevo modelo de financiación de las comunidades autónomas. Un pacto social para situar a nuestro sistema sanitario a la cabeza de España. Un contrato con los profesionales, pero también con los agentes económicos de la región (empresarios, sindicatos) para que nuestro modelo educativo haga de nuestros jóvenes seres libres, formados e independientes, y al mismo tiempo capaces de competir en un mundo globalizado como el de hoy. Un gran acuerdo para diseñar nuestras infraestructuras de transporte, tan determinantes como la cualificación profesional a la hora de atraer inversiones industriales en Cantabria.
Si todavía no es mayor ese cierto pesimismo que cada día se extiende más y más en nuestra tierra, probablemente se deba a las fuertes inversiones que el Ministerio de Fomento, de la mano de Iñigo de la Serna, está poniendo en marcha en Cantabria. El enlace de autovías entre Sierrapando y Barreda, los nuevos accesos al puerto de Santander, la mejora del Desfiladero de la Hermida, las inversiones ferroviarias... A día de hoy, el Ministerio de Fomento tiene en licitación o en ejecución actuaciones por importe de 506 millones de euros. Las obras que no han comenzado ya lo harán en meses. Y además se trabaja en los proyectos futuros de infraestructuras determinantes como son la llegada de la alta velocidad ferroviaria hasta Reinosa o las inversiones en las líneas de cercanías. No está hecho, pero se trabaja en ello.
Hay razones para el desánimo en Cantabria, pero también hay motivos para el optimismo. Cunde el desánimo cuando vemos que el Gobierno no está, que no tiene proyectos, y que sus únicas apuestas de futuro pasan por la explotación de la mina de zinc del Besaya, la apertura del túnel de La Engaña con fines turísticos o la conversión del Llano de la Pasiega en un gran polígono industrial, que se anuncia como algo inminente, pero del que ya se viene hablando desde 2004. Por cierto, se dice que en un año comenzarán las obras de urbanización. Con los propietarios de los terrenos todavía nadie ha hablado.
Hay razones para el desánimo, pero también para el optimismo. Porque esta etapa se acaba; porque en un año tendremos elecciones y Cantabria podrá disponer por fin de un gobierno de verdad; porque la nueva etapa será de diálogo con los agentes sociales y económicos, con las instituciones de todo ámbito (municipal y nacional)...
Hace sólo unos días, Miguel Ángel Revilla aprobaba el presupuesto de Cantabria con el voto de un tránsfuga. Hay imágenes que representan muy bien el fin de una etapa, la conclusión de un ciclo. El que ha sumido a Cantabria en la parálisis, está a punto de terminar.
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