Partido Popular en Cantabria

A las elecciones autonómicas del 24 de mayo próximo concurrirán numerosas candidaturas. Seguro. Pero la realidad es que sólo hay dos opciones de gobierno. Lo mismo que hace cuatro años. O preside el gobierno Ignacio Diego al frente de una mayoría del Partido Popular o lo preside Miguel Ángel Revilla como candidato de una coalición de partidos integrada por el PRC, el PSOE y los comunistas de Podemos. No hay más opciones. Cualquiera que reflexione sobre la situación actual, llegará sin duda a esa conclusión.

De celebrarse las elecciones de acuerdo con el modelo francés, los electores podrían ejercer su derecho a elegir al presidente a través de una segunda vuelta a la que concurrirían únicamente los dos candidatos más votados. Pero en el sistema político español esa figura no existe. Se elige el Parlamento y se pacta después. Por eso es deseable, y hasta exigible, que los partidos políticos expresen previamente y con claridad con quién quieren pactar y con quién quieren gobernar, en lugar de hacerlo después de las elecciones y, a menudo, de espaldas a los ciudadanos. Eso sería actuar con transparencia. Lo contrario, ocultarle a los electores las verdaderas intenciones.

En el año 2011, cuando el Partido Popular obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento de Cantabria, la situación estaba muy clara. De no haber obtenido el respaldo mayoritario de la sociedad, como hizo, PRC y PSOE habrían pactado al día siguiente para mantener a Miguel Ángel Revilla al frente del Gobierno de Cantabria. Desde hace muchos años, regionalistas y socialistas son la misma cosa en Cantabria. En realidad, los regionalistas son el cuerpo y los socialistas un apéndice. Sus propios votantes lo saben y por eso muchos de ellos apoyaron al PP hace cuatro años. No querían al anterior presidente y sabían que votar al PSOE de Dolores Gorostiaga era tanto como votar a Revilla. Ahora, con Rosa Eva Díaz Tezanos como candidata, la situación no ha cambiado en absoluto, porque la nueva líder socialista ha optado por mantener la misma línea de sumisión política que su predecesora. Si dispusieran de escaños suficientes para pactar, los socialistas caerían de nuevo de rodillas ante Revilla a cambio de nada. O, mejor dicho, a cambio de cuatro cargos para sus dirigentes y de sacrificar su propio partido, que cada día avanza con paso más firme hacia la marginalidad y la irrelevancia política en Cantabria.

Lo que ocurre, y este es el gran cambio que se ha producido en estos años con respecto a las elecciones de 2011, es que ya no reúnen votos suficientes como para alcanzar la suma necesaria. Las encuestas otorgan al PRC una expectativa de voto de entre ocho y nueve escaños y a los socialistas no les vaticinan más de cinco. En el mejor de los casos trece o catorce escaños, es decir, muy lejos de los dieciocho que constituyen la mayoría absoluta imprescindible para sacar adelante la votación de investidura. Esto lo sabe todo el mundo y uno de los primeros en advertirlo ha sido el propio Miguel Ángel Revilla, quien, a partir de las elecciones europeas de mayo de 2014, ha radicalizado su discurso hacia la izquierda con el único propósito de hacerle un guiño a los dirigentes de Podemos. De ellos ha dicho que comparte el 80% de su programa electoral, nada menos, y que no tendría inconveniente en pactar con Pablo Iglesias. Espeluznante.

A lo largo de los últimos cuatro años, Cantabria ha saneado sus cuentas, ha garantizado la continuidad y el sostenimiento de los servicios públicos, ha dado la vuelta a la situación económica y ha comenzado a crear empleo. La situación económica todavía es delicada y la cifra de parados altísima, pero al menos se ha invertido la tendencia. Donde antes había recesión, ahora hay crecimiento (en 2014 la economía creció un 1,3% y en 2015 lo hará más de un 2,5%). Donde antes se destruían 8.000 ó 12.000 empleos al año, ahora se crean 6.000. ¿Insuficiente? Desde luego que sí. Pero al menos ahora caminamos en la buena dirección y, antes o después, la recuperación económica terminará por llegar a todos los hogares. Este año, la cifra de parados descenderá por debajo de 40.000. Por primera vez en siete años la economía crece y se crea empleo. En este contexto, la pregunta es: ¿Podemos asumir el riesgo de volver a las mismas políticas de antes, a los mismos vicios de antes y con los mismos protagonistas de antes?. Una coalición formada por el PRC, el PSOE y los comunistas de Podemos sería una locura en este momento, porque amenazaría la recuperación económica precisamente ahora que empezamos a levantar cabeza tras siete años de durísima crisis.

Las elecciones del 24 de mayo son una encrucijada, en la que habrá que optar por continuar por ese camino ya iniciado de estabilidad, recuperación económica y creación de empleo, o volver a la senda del despilfarro y el desinterés por los asuntos públicos, acompañada con un toque de populismo y, seguro, grandes dosis de inestabilidad. El experimento de entregar el Gobierno de Cantabria a un 'cocktail' de siglas puede resultar muy caro. Los esfuerzos realizados en los últimos tiempos podrían irse al traste en cuestión de meses. Y sólo hay un modo de evitarlo: un gobierno de Ignacio Diego al frente de una mayoría parlamentaria del PP, para garantizar la estabilidad, el funcionamiento de los servicios públicos, la recuperación económica y la creación empleo, que tanto necesita la sociedad de Cantabria precisamente en este momento.

Tribuna de opinión publicada el 12 de marzo de 2015 en El Diario Montañés