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El pecado y la penitencia del PRC

Iñigo Fernández, diputado del Partido Popular en el Parlamento de Cantabria

"Los datos de una reciente encuesta elaborada en Cantabria confirman que el PRC es quien más acusa la fuga de votos hacia Podemos. El discurso radical, populista y demagógico de Revilla ya no le da votos: se los quita".

 

Una sola mañana les ha servido a los afiliados y cargos públicos del Partido Regionalista de Cantabria (PRC) para escuchar el discurso del sectario general saliente, debatir ocho ponencias, planificar su estrategia electoral y su programa político, tomar café, renovar la dirección del partido mediante votación personal y secreta, escuchar el discurso del reelegido secretario general y candidato a la presidencia del Gobierno de Cantabria, ver el programa dominical que emite Telecinco y celebrar la tradicional comida de Navidad. A eso se le llama aprovechar el tiempo. Los congresos de los partidos políticos serios se desarrollan en dos días o, como mínimo, se prolongan desde primera hora de la mañana a última de la noche. Pero el PRC es otra cosa: su debate ideológico se reduce a escuchar a Revilla por la mañana, tomar el café, escuchar a Revilla a mediodía... y para casa.

No es nada nuevo. Ha sido así siempre, desde que hace casi cuarenta años Miguel Ángel Revilla fundara el PRC. Esta vez ha hablado de renovar y regenerar la política, en la línea de sus discursos televisivos. Será la novena vez que se presente como candidato regionalista a las elecciones autonómicas, acompañado, esta vez, por dos nuevas figuras de la política de Cantabria: Rafael de la Sierra y Javier López Marcano. De hecho, ellos dos fueron quienes aparecieron con él en la foto. Salvo por el paso de los años y la presencia de las canas, resultaba difícil averiguar si la foto correspondía al congreso de 2014, al de 2010 Ó al de 1987.

Lo que sí ha cambiado en el Partido Regionalista de Cantabria es el discurso. Ya no es el propio de un partido con experiencia de gobierno, sino el de una formación llamada a regenerar la vida pública, a renovar las instituciones, a imponer una nueva forma de hacer política, a cambiar los modos de gestionar las instituciones, a acabar con la 'casta'... ¿Habrá quien les crea? Miguel Ángel Revilla ha olido que soplan vientos favorables al populismo y, dicho y hecho, ahí está, a sus 73 años, convertido en un radical de izquierdas dispuesto a terminar con los vicios de la política de Cantabria, de España y de toda Europa. Ya nadie en el PRC recuerda el pasado franquista de su líder, en su día un pupilo adelantado de José Antonio Girón de Velasco; su reaccionario discurso de los años ochenta contrario a la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE); su campaña para incorporar al partido a los restos de la antigua UPCA de Juan Hormaechea, de quien descalificó todos sus proyectos, incluido el Parque de la Naturaleza de Cabárceno; su presencia en la Comisión Regional de Urbanismo cuando se concedieron docenas de licencia de obra ilegales, anuladas posteriormente por los tribunales; su control de Caja Cantabria cuando se vendieron las participaciones preferentes a aquellos que hoy le producen tanta pena e indignación; sus abrazos y besos a José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco, cuando su pacto con el peor gobierno socialista de la historia de España; sus afinidades con determinados constructores de la región, con quienes compartía mesa y mantel en presencia de planos y proyectos, botellas de vino y puros; sus descalificaciones de hace solo unos años a los parados de Cantabria, de quienes decía que eran unos vagos y se dedicaban a jugar a las cartas y al bingo... De nada de eso se habló en el congreso regionalista del pasado fin de semana.

En efecto, lo que le preocupa a Miguel Ángel Revilla no es el pasado, del que no quiere ni oír hablar, sino el futuro. Le preocupa tan sólo su propio futuro político: su misma supervivencia personal. Y le preocupa muchísimo, porque las cuentas no le salen por ningún lado. Hasta las elecciones europeas de mayo confiaba en que el desgaste generado al Partido Popular (PP) por la situación económica que él mismo dejó privara a Nacho Diego de la mayoría absoluta y así poder reeditar un pacto de gobierno no sólo con los dirigentes socialistas de Cantabria -a quienes tiene rendidos en sus brazos-, sino también con Izquierda Unida. Cuál había de ser la línea política del nuevo gobierno no le importaba demasiado. Solo que él mismo fuera quien lo presidiera. Pero desde mayo esa cuenta no le sale y eso es algo que le trae de cabeza. Necesita los escaños de Podemos. Y esa es la razón de su deriva populista, radical y demagógica de los últimos tiempos. A muchos de quienes le han acompañado en el viaje de estos años, y que habrán asistido al congreso del pasado fin de semana, les tiene literalmente desconcertados. Sin embargo, Miguel Ángel Revilla sabe lo que quiere y está decidido a protagonizar la última pirueta política de su larga trayectoria personal.

El problema es que en el pecado lleva la penitencia. Muchos de quienes estos años le votaron de buena fe ahora le abandonan, asustados por la deriva radical de quien ahora ataca al Rey y a la Corona, cuestiona la viabilidad de las instituciones y parece decidido a echarse en los brazos de la gente de Podemos. Otros, incendiados por el discurso populista, se pasan directamente al partido que promete acabar con la casta. Entre el original y la réplica, se quedan con el original. De hecho, los datos de una reciente encuesta elaborada en Cantabria confirman que el PRC es, precisamente, quien más acusa la fuga de votos hacia Podemos, y hasta podría verse superado por este partido. El discurso radical, populista y demagógico de Revilla ya no le da votos: se los quita.

 

Tribuna de opinión publicada el 18 de diciembre de 2014 en El Diario Montañés

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