Partido Popular en Cantabria

Hoy es un día especial en Santoña: se inaugura la Feria de la Anchoa. Durante todo el fin de semana, la Plaza de San Antonio se convierte en un escaparate en el que los santoñeses muestran aquello que mejor saben hacer, aquello que ocupa a la mayor parte de las familias, aquello a lo que llevan dedicados desde hace más de 130 años... Desde la llegada de los primeros salazones italianos, la anchoa ha supuesto para los santoñeses millones de jornales. Para ellos, por pescarla. Para ellas, por elaborarla con un cariño y una maestría que acabó siendo reconocida en el mundo entero. La llegada de la costera de la anchoa siempre es motivo de celebración, porque implica trabajo y riqueza. Y la Feria de la Anchoa es el principal escaparate de ello.

Desaparecida de las aguas de Italia en el siglo XIX, y con un reciente mercado que abastecer fruto de la unificación italiana, los sicilianos salieron a buscar anchoa por todos los mares. Y aquí, en el Cantábrico, encontraron la mejor del mundo. Llegaban en primavera, compraban el pescado, supervisaban el descabezado, eviscerado y salazonado y, por último, exportaban el producto. Uno de ellos innovó y, tras muchas probaturas con diversos soportes, acertó a encontrar la manera de filetear el pescado y conservarlo en aceite para ponerlo en el mercado en condiciones de ser consumido. Se llamaba Giovanni Vella. A partir de entonces ya no sólo se exportaban barriles con pescado en salazón -como hoy todavía se comercializa el bacalao- sino también latas con un producto ya terminado y que podía consumirse directamente. Aquella 'revolución' supuso que numerosos italianos se afincaran en estas costas y promovieran la apertura empresas dedicadas a la elaboración de filete de anchoa en aceite de oliva. Muchos de aquellos apellidos todavía sobreviven, como Sanfilippo, Cefalú, Orlando, Oliveri, Nabone, Brambilla, Lococo, Palazzolo o el propio Vella. Desde entonces, la elaboración de anchoa constituye la principal riqueza de Santoña. Y no sólo de Santoña. También de Colindres, de Laredo, de Castro Urdiales... fruto de aquel mismo fenómeno y de aquel mismo proceso histórico. Medio centenar de fábricas, 1.500 mujeres en ellas, 700 pescadores en los barcos... Ninguna otra actividad económica proporciona en Cantabria semejante concentración de riqueza.

Desde hace treinta años, sin embargo, la anchoa también se elabora en otros lugares del mundo. No disponen de una materia prima de tantísima calidad, desde luego, ni de una mano de obra tan cualificada, pero compiten con nuestras empresas a costa de los precios. Por ese motivo, desde hace años se discute en Cantabria acerca de la conveniencia de dotarse con un sello de calidad que permita al consumidor distinguir unas anchoas de otras. Pero no es un debate sencillo. En años de escasez, las mismas fábricas de Cantabria han tenido que recurrir a pesca de otros mares para abastecer sus propias necesidades de producción. Preservar los intereses comerciales de todas ellas aconseja comportarse con delicadeza, con cautela y con prudencia.

Como resultado de largas negociaciones con el sector, el Gobierno de Cantabria ha promovido el establecimiento de un sello de calidad que permita distinguir las anchoas elaboradas en la región. Se trata de un paso histórico, pues nunca hasta ahora se había promovido nada semejante. El sello 'Cantabria Calidad Controlada' ofrece a los productores la posibilidad de acogerse siempre que el producto reúna dos requisitos: pertenecer al tipo 'engraulis engrasicholus' o anchoa europea (Golfo de Vizcaya, Mediterráneo y Estrecho) y haber sido elaborada enteramente en Cantabria. Quedan excluidas las anchoas de Argentina, de Chile y de Perú. Y queda excluido todo el producto que haya completado alguna de sus fases fuera de la región. Se pretende así garantizar la calidad y, al mismo tiempo, preservar el empleo.

Con motivo de esta iniciativa, algunos interlocutores han defendido la vía de tramitar ante la Unión Europea una Indicación Geográfica Protegida (IGP). Y no es mala idea. Pero reducir todo el esfuerzo a una IGP para la anchoa del Cantábrico tiene también sus riesgos. Efectivamente, distinguiría únicamente a la pesca del Golfo de Vizcaya, excluyendo a la del Mediterráneo y el Estrecho, pero permitiría incorporarse a este sello a quienes fabrican en Bermeo, en Ondárroa o en Vigo. Llegado el caso, un fabricante podría comprar la pesca en Getaria (Guipúzcoa), llevarla hasta Castellón y comercializarla finalmente como anchoa del Cantábrico bajo el amparo de la IGP, como hace actualmente el principal suministrador de los supermercados Mercadona. Y eso no es defender los puestos de trabajo de Cantabria.

El PSOE y el PRC, que jamás se ocuparon de este asunto durante su etapa en el Gobierno regional, defienden ahora esta tesis y denostan el paso que se ha dado de común acuerdo con el sector. El PP les ha ofrecido un acuerdo para implantar el nuevo sello 'Cantabria Calidad Controlada' y al mismo tiempo trabajar conjuntamente en la tramitación de una IGP europea, de manera que ésta permita distinguir la procedencia de la pesca (Cantábrico) y aquella, el lugar de elaboración (Cantabria). Pero lo han rechazado y han optado por abrir una guerra política, difamando el trabajo que se hace aquí, la calidad de nuestras anchoas y el esfuerzo de nuestros empresarios y de nuestras trabajadoras. Una lástima. Como hacen con todos sus planteamientos, en lugar de ayudar, obstruyen. ¡Qué bien habrían obrado si, como hicieron durante todos los años de su etapa en el gobierno, hubieran seguido manteniendo a la anchoa en el olvido!

Tribuna de opinión publicada el 1 de mayo de 2014 en El Diario Montañés