Desastres S.A.
Eduardo Van den Eynde, portavoz del Grupo Popular en el Parlamento de Cantabria
Eduardo Van den Eynde, portavoz del Grupo Popular en el Parlamento de Cantabria
"Dos cosas son infinitas: el Universo y la estupidez humana, y de lo del Universo no estoy seguro" (Albert Einstein)
Esta frase, que podemos considerar como una verdad irrefutable, puede ser objeto de una adaptación a la pequeña escala regional, porque han de saber que en nuestro reducido terruño también hay otras cosas infinitas, como lo son Cantabria y la incompetencia del anterior gobierno de Revilla, y de lo de Cantabria tampoco estamos seguros.
La sentencia del TSJC que anula el concurso eólico del anterior gobierno es la nueva (seguramente no la última) demostración de la gigantesca (infinita, de hecho) incompetencia del mismo.
Decía Einstein también, que se negaba a creer que Dios jugase a los dados y que, por tanto, las leyes del azar fuesen las que regían el universo físico. Y a mí, en mi propia limitación intelectual, a años luz de la del genio, me cuesta también creer en determinadas casualidades.
Me cuesta creer que sea una mera casualidad que la mayor crisis política y económica que recuerda la España moderna coincida "casualmente" con los años del gobierno de Rodríguez Zapatero, infinito como el Universo; ni creo que sea casualidad que la profunda crisis económica de Cantabria haya coincidido con el gobierno de socialistas y regionalistas del Sr. Revilla, infinito, a su vez, como el Universo y como Cantabria, en su incompetencia. De lo de Cantabria y el Universo, repito, no estamos seguros, de lo del gobierno de Revilla hay carretas de pruebas.
Más que en la casualidad creo en la causalidad, y por tanto creo a pies juntillas que ambos dirigentes, nunca solos, sino en compañía de otros, son parte fundamental de que las cosas en nuestro país y nuestra región estén donde están, es decir, cerca del desastre.
Casualidad puede ser, en todo caso, que el gobierno de ambos haya coincidido con una profunda crisis económica global, pero ya se sabe que las desgracias nunca vienen solas, y en este país y esta tierra hemos tenido la desgracia de tener al frente de los gobiernos a dos incompetentes, infinitos en su incompetencia, en el momento menos adecuado, si es que existe un momento adecuado para tener a alguno de ellos al frente de nada, lo que es muy dudoso.
Durante años, asociaciones, instituciones - incluso el Defensor del Pueblo-, y partidos políticos, el Popular de forma muy significativa, avisamos de la enorme chapuza legal que era este concurso eólico, que no sólo era una monstruosidad desde el punto de vista de la agresión al medio ambiente, sino también manifiestamente ilegal. Incontestable y evidentemente ilegal. Tan ilegal como matar una anciana a palos, por poner un ejemplo sencillo; porque no hacia falta ser un experto jurista para saber que lo que había montado el gobierno de Revilla ni técnica ni legalmente había por donde cogerlo.
Lo que nos ha salvado, en parte, de que este nuevo, que no último, desastre de aquel gobierno nos haya costado decenas o centenares de millones ha sido la prudencia de Ignacio Diego, suspendiendo la ejecución del concurso a la espera del fallo judicial.
Decisión muy criticada, por cierto, por los autores de la fechoría hoy anulada por los tribunales.
Imaginen la situación que se habría generado si las empresas adjudicatarias hubiesen comenzado las obras, desmontes e instalaciones, que ahora serian ilegales, con la consiguiente responsabilidad de la Administración Regional.
De momento, y crucemos los dedos, la chapuza sólo nos ha costado la inmensa campaña publicitaria que hicieron, "autobús del viento incluido", es decir, no menos de 500.000 euros que se llevó el viento, nunca mejor dicho, y le cayeron a algún listo en el bolsillo, porque siempre hay gente con suerte; a otros por el viento solo les han caído cornisas.
Eso como coste directo, desembolsado por los sufridos ciudadanos de la región, ya que si evaluamos el coste real para Cantabria no es ni mucho menos baladí. Porque el tiempo perdido ha significado que, en vez de desarrollar la energía eólica dentro de lo establecido por el marco legal del Plenercan, que hoy supondría un desarrollo razonable de 300 Mw, nos encontramos con que en ocho años, el gobierno de la infinita incompetencia, el mismo que decía que el futuro de Cantabria pasaba por el desarrollo eólico, ha sido capaz de dejar poco más de 17 Mw y gracias. Todo un logro para dos legislaturas de trabajo. Y ahora a empezar de cero, y, como digo, dando las gracias a Dios.
Dice el infinito Revilla, en su infinita caradura, que posiblemente se saltaron la ley por las prisas. Teniendo en cuenta que acceden al gobierno en 2003, aprueban en 2006 el Plenercan, y resuelven el concurso en el año 2010, quiero pensar que tiene un concepto un poco pintoresco de lo que es gestionar con premura. Cuatro años para convocar un concurso, eso sí, saltándose su propia ley, porque la ley que se saltan la promueve su propio gobierno, lo que también tiene tela; no es precisamente la velocidad del rayo.
Cierto es que si lo comparamos con los siete u ocho años que tardaron en montar una fábrica de yeso, perder 40 millones de euros en el viaje, y declararla en suspensión de pagos sin fabricar ni una maldita placa de yeso, pues igual hasta parece una cosa rápida, pero para el resto de los mortales, suena a disculpa cogida por los pelos. Vamos, que no cuela.
Actuaciones como estas, envueltas en cientos de mentiras, promesas de miles y miles de puestos de trabajo, con campañas de publicidad costosísimas que han hecho rico a más de dos, que se saltan las leyes a sabiendas y acaban en la nada, en el desastre, y, por supuesto, que cercenan el desarrollo de nuestra región, obligarían a cualquiera con responsabilidad y decencia a autoinhabilitarse para la vida pública y dedicarse, felizmente, a pescar truchas.
Pero no esperen algo así; porque las promesas, el dinero y el futuro puede que se lo haya llevado el viento, pero a los infinitos autores de los desastres no, que resisten anclados a la espera de regresar y finalizar la labor; porque la naturaleza, que les ha dotado de infinita incompetencia para lo bueno, les ha dado una incomparable competencia para organizar desastres. Menuda tropa.
Tribuna de opinión publicada el 27 de octubre de 2012 en El Diario Montañés
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