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Ignacio Diego tomó posesión del cargo de Presidente de Cantabria

En un acto que tuvo lugar en el patio central del Parlamento de Cantabria, Ignacio Diego tomó posesión del cargo de Presidente de Cantabria. Al acto asistió el vicepresidente tercero y ministro de Política Territorial, Manuel Chaves, así como el presidente del Parlamento de Cantabria, José Antonio Cagigas. Entre el numeroso público asistente se encontraban el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, el presidente de La Rioja, Pedro Sánz, el responsable de política territorial del PP, Javier Arenas, la vicesecretaria de organización del PP, Ana Mato, el vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, y el coordinador de política municipal y autonómica del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla.


Discurso de Juan Ignacio Diego Palacios en su toma de posesión como Presidente de la Comunidad de Cantabria

 

I. Las convicciones

 

Hemos tenido una campaña y unas elecciones. Y los ciudadanos ya tomaron su decisión. Hemos tenido un debate de investidura. Y el Parlamento ya ha tomado también su decisión. El Rey ha firmado su Decreto, transformando la elección en nombramiento, y el sepia de las papeletas en el blanco del boletín oficial.

Ahora, en este día, experimentamos el final del primer acto de nuestro proceso de relevo democrático: la toma de posesión del Presidente. Ya hemos hablado largo y tendido de programas en la campaña y en el Parlamento, de modo que en el momento presente tenemos que pensar, más bien, en cuál es esa "posesión" que se toma hoy.

Y no hay acaso nada mejor que buscar la opinión de alguno que haya pasado por parecido trance, para saber qué es la 'posesión' que hoy recibe uno, para cuidarla, guardarla o ejercitarla durante el periodo de mandato.

Una gran figura política internacional, al recordar el instante en que tuvo que pasar de su vida de profesor de la Universidad (de Harvard) a la responsabilidad política en un alto nivel del poder ejecutivo (Secretario de Estado de EE.UU.), escribió estas palabras:

"Es una ilusión creer que los líderes ganan en profundidad a medida que ganan en experiencia. Como he dicho, las convicciones que los líderes se han formado antes de alcanzar su alta responsabilidad son el capital intelectual que consumirán mientras continúen en el cargo. Los líderes tienen poco tiempo para reflexionar. Están encerrados en una interminable batalla en la que lo urgente se impone constantemente a lo importante. La vida pública de cada figura política es un continuo combate para rescatar un elemento de elección y quitárselo a la presión de la circunstancia".

Así pues, de esto es de lo que se toma posesión: de la lucha de lo importante contra lo urgente, de la pugna de la libertad de elección contra la presión de las circunstancias que obligan. Y lo más importante que tiene uno es justamente ese capital inicial de convicciones. Ese capital que, si es cierto lo que pensaba Kissinger, en los próximos años iré gastando como quien gasta un patrimonio.

Por tanto, hoy, al asumir una 'posesión' que supone un combate diario para defender un espacio de realización de los ideales, debo hablar de mis convicciones. Ya conoce todo el mundo mi programa: no son las obras completas de José María de Pereda, pero quizá sí tan largo como algunas de sus novelas, Sotileza, por ejemplo. Ahí está el programa. Hoy no toca programa, tocan convicciones.

 

II. Verdad, esperanza, coraje

 

Porque esta no es una toma de posesión cualquiera. No lo digo, evidentemente, por el tomador, sino por eso que Kissinger señala como "la circunstancia". Vivimos en una época en la que, en ocasiones, no se sabe bien si los sucesos dramáticos están en las secciones de sucesos de los periódicos, o están en la sección de economía. El desafío de recuperar un camino de esperanza y prosperidad es tan enorme como ineludible, siendo esto último en grado máximo.

De nuevo podemos solicitar auxilio al fondo de la experiencia humana de la política, y escuchar a otros que hablaron antes y hablaron mejor. En marzo de 1933, el candidato demócrata Franklin Delano Roosevelt juró el cargo de Presidente estadounidense en medio de la más grave crisis económica que su nación había conocido. Y comenzó con estas claras y firmes oraciones:

"Estoy seguro que mis conciudadanos esperan que en mi entrada en la Presidencia me dirija a ellos con un candor y una decisión que la situación presente de nuestra Nación impone. Este es preeminentemente el tiempo de decir la verdad, toda la verdad, con franqueza y con valentía".

Roosevelt enumeraba después esa verdad, que seguramente nos suena a través de los años en nuestro presente español: la caída de la Bolsa, la subida de los impuestos, el descenso de los ingresos de las administraciones, la reducción de la capacidad de pago, la congelación de los medios de intercambio en el comercio, los problemas de las industrias y del campo y, sobre todo, el gran drama del desempleo.

Yo también suscribo este mensaje: en el principio tiene que ser la verdad, toda la verdad. Cantabria ha de saber la verdad de la situación, sin maquillajes retóricos ni agradables triunfalismos. Esta es la primera convicción con que tomo esta delicada posesión que es la responsabilidad de dirigir la Administración autonómica.

Sin embargo, la verdad es un paso que debe ser seguido por otros. Roosevelt hace que esta Verdad sea escoltada por una pareja necesaria y de futuro: la Esperanza y el Coraje. Y así, prácticamente al final de su discurso, proclama:

"Por la confianza depositada en mí, yo devolveré el coraje y la devoción que convienen a la época. No puedo hacer menos".

Tampoco yo puedo hacer menos por Cantabria. Estas son, pues, mis convicciones al asumir la Presidencia autonómica en un tiempo de crisis (¡y hasta en una ola de calor!): decir la verdad, tener esperanza, mantener el coraje. Este es el capital inicial que Juan Ignacio Diego Palacios trae para invertirlo en la misión que las urnas y los escaños, esta vez en fraternal armonía -y espero que sirviendo de precedente-, le han encomendado. Verdad, Esperanza, Coraje. Para evitar ser dominados por la terna contraria: Camuflaje, Escepticismo, Pasividad.

Estamos aquí hoy por una convergencia de atrevimientos: el mío de querer asumir la Presidencia, y el de los cántabros de encomendármela con un mensaje muy claro e inapelable a su Parlamento. El reto es inmenso, según hoy creo, y conoceré mañana. Pero debe decirse aquí lo mismo que William Shakespeare pone en boca del personaje del rey Enrique V de Inglaterra, en la víspera de una gran batalla entre una pequeña fuerza inglesa y los poderosos ejércitos de Francia. Le dice Enrique a su hermano, el Duque de Gloucester:

"... es verdad que estamos en un gran peligro;
más grande, por tanto, debiera ser nuestro coraje".

Y ese tiene que ser el espíritu de esta Presidencia: tratar de que el valor y la dedicación puedan ser mayores que la magnitud de los riesgos. Pues lo que propiamente hoy se toma en posesión es la responsabilidad indeclinable de gestionar esos riesgos.

 

III. El trabajo

 

La expresión "toma de posesión" no es moderna ni se inventó ayer. Miguel de Cervantes la utilizaba ya al narrar que Sancho Panza iba a "tomar la posesión" del puesto de gobernador de la Ínsula Barataria. Cuando el escudero de Don Quijote llegó a la isla, no había como hoy, discursos de toma de posesión; pero un mayordomo le advierte a Sancho de una tradición mucho más interesante:

"Es costumbre antigua en esta ínsula, señor gobernador, que el que viene a tomar posesión desta famosa ínsula está obligado a responder a una pregunta que se le hiciere que sea algo intrincada y dificultosa, de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de su nuevo gobernador y, así, o se alegra o se entristece con su venida".

Por fortuna, la costumbre actual de los discursos inaugurales nos evita a los intervinientes el vernos en semejantes aprietos, ante preguntas 'intrincadas y dificultosas'. Porque hoy, si recurriésemos a la fórmula cervantina, alguien me podría preguntar: "¿Cómo va a resolver usted el paro?" Y yo sólo podría responderle: "con trabajo", "voy a resolver el paro con trabajo".

Lo cual quiere decir varias cosas al mismo tiempo, anuncia una intención, un compromiso y un camino. Pero es posible que a muchas personas les parezca respuesta escasa. Sin embargo, no tengo otra mejor.

A diferencia de Groucho Marx, que decía "Señora, si no le gustan mis convicciones, no hay problema: tengo otras", yo no tengo más que éstas. La verdad, la esperanza, el coraje. No tengo más respuesta que el trabajo.

El trabajo que estoy dispuesto a emprender por Cantabria; el trabajo que voy a reclamar a todos los que se unan a mi labor de Presidente; el trabajo que espero que encuentren, con alguna ayuda nuestra, aquellos que lo necesitan para seguir adelante con una vida mejor.

 

IV. La persona

 

Quiero terminar esta intervención, como agradecimiento a todas las gentes que aquí me han traído con sus ilusiones y energías -- mi más sincero y sentido agradecimiento -- y lo voy a hacer enunciando un último rasgo de mi Presidencia, de estas convicciones que son el capital inicial de mi gestión al frente de la comunidad autónoma.

El gran riesgo del político es dejar de ser persona para convertirse en personaje. Esta dedicación tiene su lugar de ejercicio en la arena pública, una escena muy diferente de la de nuestro entorno inmediato de convivencia. Escena que pone en tensión una identidad, y por ese motivo recomendaba sabiamente Baltasar Gracián, en su arte de prudencia: "Venza el natural a las obligaciones del empleo, y no al contrario".

Yo prometo seguir este consejo y esta convicción, y continuar siendo durante estos años, antes que Presidente, persona. Creo que es la única manera en la que mi trabajo podrá salir bien, en beneficio de todos y de mí mismo.

Y me van a permitir, ya que he querido que lo poco que tengo que decir en este día quede en parte disimulado con lo mucho que otros más sabios han dicho ya, que termine con una última idea, en la que un poeta destaca que, frente a la fugacidad de los honores, el famoseo y los cargos públicos, lo más importante es el sentimiento de la persona. Y así, al final de uno de sus sonetos, escribe:

"Después de mil victorias, una vez derrotado,
Es del libro de honores rápidamente borrado.
Así pues, feliz de mí, que amo y soy amado
Por quien no puedo cesar ni ser cesado".

 

En resumen: sólo una Persona. Creo que será bastante y que no se necesita mucho más que el acompañamiento generoso de los cántabros a esta persona.

Y si algún día se recuerda este día, que sea para disculpar unas buenas intenciones, más que para elogiar un buen comienzo.

Porque no es que el futuro esté oculto o nos sea desconocido, sino que futuros hay muchos posibles, y sólo en parte los elegimos, navegando, como mencioné al principio, entre nuestra libertad y nuestras circunstancias. En esa travesía procuraré ser un piloto innovador y avisado, como lo fue el santoñés Juan de la Cosa.

Cantabria merece más de lo que tiene. España, también. Hagamos, entre todos, que sus logros se eleven hasta la altura de sus merecimientos.

Muchas gracias por acompañarnos en esta ceremonia oficial. Quiero concluir con unas expresiones que no salen de mi garganta, sino que salen de mi corazón:

Viva Cantabria y Viva España.

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