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Frente a la crisis... ¿Una comisión?

José María Lassalle, diputado nacional del PP por Cantabria y secretario nacional de Cultura del Partido Popular

 

Cuando en política se habla de crear una comisión es que se quiere dejar dormir el asunto que habrá de ocuparla. La pasada semana el presidente Zapatero nos descubrió en el Congreso de los Diputados que su nueva receta contra la crisis es poner en marcha una comisión. Hemos pasado de negar la crisis a entretenerla. Mientras tanto la economía sigue deteriorándose y el horizonte que se vislumbra adquiere cada vez más tintes inquietantes. No es para menos. A pesar de que el presidente Zapatero afirmó en la tribuna del Parlamento que la situación mejorará en los próximos meses, lo cierto es que las previsiones que daba el Banco de España el pasado jueves niegan el discurso optimista del gobierno. Algo, por cierto, en lo que insisten tanto el Wall Street Journal como el New York Times, este último afirmando que las palabras del presidente Zapatero «fueron decepcionantes ya que no hablaron de un plan de choque real», quizá porque sólo sabe «bailar alrededor de los problemas sin solucionarlos».

De este modo, la prensa internacional vuelve a la carga y sigue denunciando lo que ya nadie discute: que el rey está desnudo. Algo que reviste una extraordinaria gravedad ya que las estimaciones, como se decía más arriba, que acaba de dar a conocer el Banco de España insisten en las dificultades que padecemos y que, si nadie lo remedia, irán a más. En primer lugar, el Banco de España estima que nuestra economía terminará 2010 con una caída del PIB del 0,5 por 100 (mientras que el gobierno sigue manteniendo que será del 0,3). Y en segundo lugar, la previsión de deuda pública es que ésta seguirá subiendo, situándose en la frontera del 70 por 100 de nuestro PIB, debido especialmente a la persistencia de la caída de la recaudación fiscal (el Estado gasta un 70 por 100 más de lo que ingresa y puede llegar al 80 por 100) y la necesidad de seguir cubriendo el capítulo de gasto con nuevas emisiones de deuda, por cierto, cada vez más devaluadas debido al aumento del nivel de riesgo-país que padece España.

Con estas previsiones es imposible afirmar, tal y como hizo esta semana el presidente Zapatero, que 'lo peor de la crisis ya ha pasado'. De hecho, todos los datos apuntan a que será el año que viene por estas fechas cuando toquemos fondo, acumulando entonces sobre las espaldas de la desfalleciente economía española un lastre de desempleo (más del 20 por 100 de la población activa), deuda (67 por 100 del PIB), falta de competitividad (puesto 39 del mundo) y déficit exterior (12 por 100 del PIB) tan grande, que seguramente nos arrastraremos por el fondo de la crisis durante mucho tiempo.

La radiografía de la economía española es gravísima. La responsabilidad es del gobierno, y sólo de él. Hasta ahora ha gobernado sin necesidad del apoyo del PP. Ha puesto en marcha todas las políticas económicas que nos han conducido hasta aquí, y lo ha hecho sin necesidad de contar con nuestros votos; y aún así, se los hemos dado cuando nos los han pedido por razones de interés general, como sucedió con el Plan de Rescate Financiero o la Ley de Cajas. Por eso, resulta lamentable en términos de responsabilidad política ver al gobierno socialista quejarse ahora ante la opinión pública de que vamos mal porque el PP no le echa una mano. Seamos un poco más serios. Cuando un partido como el PSOE tiene 169 diputados (necesita 7 más para tener mayoría absoluta), remodela el equipo económico hace menos de un año (salida de Solbes y entrada de Salgado) y tiene por delante más de dos años de estabilidad en el Congreso, no puede buscar la excusa de que necesita el apoyo de la oposición para afrontar la crisis. No es verdad. Puede gobernar porque tiene capacidad para hacerlo por sí solo. Si no lo hace es, o porque le falta energía política en el liderazgo, o porque le faltan ideas, o porque carece de ambas, que es probablemente lo que le sucede al presidente Zapatero: que no quiere enfrentarse al espejo de sí mismo, a su debilidad de carácter y al miedo de tener que colocarse delante del pueblo y explicarle que nada de lo ha dicho hasta ahora fue verdad y que la única solución para salir de la crisis es un esfuerzo colectivo de extraordinaria magnitud, un esfuerzo que supondrá sacrificios que habrá que afrontar entre todos.

El Partido Popular está dispuesto a sumarse a ese esfuerzo si el gobierno quiere liderarlo. Algo difícilmente creíble si Zapatero se empeña en insistir en que el final de la recuperación es inminente -extremo que reitera desde hace 16 meses-. ¿Entonces? El pasado mes de octubre, Mariano Rajoy ofreció al presidente un pacto de Estado para reducir la deuda pública y afrontar una política de austeridad, asumiendo ambos partidos, el PP y el PSOE, la responsabilidad política de explicarlo a los ciudadanos. La respuesta del gobierno fue ofrecer una Mesa de Reformas Estructurales, que hasta el día de hoy no ha sido convocada. ¿A qué jugamos entonces? ¿Qué valor tiene la palabra del presidente del gobierno cuando habla ahora de un pacto de Estado frente a la crisis y no adopta ninguna medida que avale seriamente que es sincero?

Los hombres y las mujeres del PP somos el futuro, en Cantabria y en España. Tenemos ideas y equipos para vencer la crisis. La experiencia de la sociedad española avala esta afirmación porque cuando el PP gobernó, España salió de otra crisis gravísima y logró crear empleo y prosperidad como nunca en la historia democrática de nuestro país. No va a ser fácil la salida de la crisis y exigirá sacrificios colectivos importantes, pero España se pondrá a ello en cuanto Mariano Rajoy y su equipo obtengan el aval de la mayoría de la sociedad para gobernar. Que no le quepa a nadie la menor duda: lo haremos, y lo haremos con una hoja de ruta en la que ya estamos trabajando y que los españoles conocerán con claridad y precisión cuando sean convocados en unas elecciones generales. Entonces, demostraremos con nuevos hechos que somos el futuro porque en nuestras manos está la solución. Pero antes empezaremos por Cantabria, donde Ignacio Diego hará posible el cambio que necesita nuestra tierra, recobrando el prestigio perdido y devolviéndonos al lugar que nos corresponde: el de ser una comunidad próspera, de referencia por su energía emprendedora y por su compromiso con la ejemplaridad en las formas y en las acciones de sus gobernantes.

 

Tribuna de opinión publicada el 25 de febrero de 2010 en El Diario Montañés

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